Todo el mundo conoce la penosa realidad de Venezuela. Las
enormes carencias de un pueblo sometido al margen del Derecho por una pandilla
de ineficaces corrompidos y corruptores, ya parecieran no escandalizar a nadie.
Amigos del exterior a veces creen que exageramos y, en el fondo, se nota un
reclamo a nosotros mismos por supuesta inacción para poner punto final a la
situación.
Pero en esta oportunidad debo desahogar la enorme inquietud
interior que siento por el proceso de negociación que adelanta el gobierno
colombiano con las FARC en La Habana. La mayoría de los jefes narcoguerrilleros
pasaron años radicados en Venezuela, bajo protección y facilidades operativas
tanto de Hugo Chávez como de Nicolás Maduro. Esto fue particularmente cierto a
raíz de las duras derrotas militares que les proporcionaron las fuerzas
militares de Colombia con la paradójica presencia de Juan Manuel Santos en el
Ministerio de la Defensa.
Hay un tono de inmoral manipulación cuando se pretende
dividir a ese país, al continente entero, entre partidarios de la paz y de la
guerra. El dilema es falso. Toda Colombia quiere y ansía la paz, pero se niega
a aceptar los aún desconocidos acuerdos de Cuba como una especie de capitulación
del Estado frente a los responsables primarios de un conflicto de sesenta años,
con más de doscientos mil muertos y la influencia determinante de otras
estructuras del crimen organizado al servicios del narcotráfico, del
contrabando, del chantaje de las llamadas vacunas y muchas desviaciones
delictivas más que no cabrían en estos comentarios.
Todos queremos la paz. Para Venezuela es fundamental. Pero no
puede haber reconciliación y decretar el final del conflicto, sin que se
conozcan todos los alcances de la negociación. Aún está muy obscuro eso de la
“justicia transicional”. Nadie ha sido capaz de dar una explicación
satisfactoria. La Justicia no tiene apellidos, aunque su aplicación siempre
deberá tener presente las circunstancias de su aplicación. Jamás deberá
confundirse con impunidad, con complicidad ni con acciones propias de
politiquería baratera que abandona a las víctimas humanas y materiales del
conflicto. A estos efectos también resulta inaceptable equiparar a los
responsables de los crímenes de la narcoguerrilla con las fuerzas militares
regulares que han tenido la obligación de enfrentarlas y reducirlas a su más
mínima expresión. Introducir elementos de política electoral interna en este
tema atenta contra el concepto de Paz y de Justicia que debe prevalecer.
@osalpaz
Viernes, 2 de octubre de 2010
EXPRESO, Lima
Excelente su punto de vista. No entiendo que a Venezuela la haya invadido Cuba, las FAN en su oportunidad cumplieron su deber. Ahora nuestros militares van a recibir instrucciones allá. Tampoco que Colombia escoja a parciales para negociar la Paz.
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