Escribo en viernes. Se instala en Brasil la 48° Cumbre de
Mercosur. Ahora se anunció el ingreso como miembro pleno de Bolivia y un
intenso cabildeo de los presidentes de Guyana Esequiba y de Venezuela, buscando
solidaridad y apoyos para la causa que cada uno sostiene con relación al
diferendo limítrofe que sostienen ambos países desde tiempos inmemoriales.
Lamentable, ya que entre ambos existe un acuerdo suscrito en Ginebra en 1966
estableciendo los mecanismos a seguir para llegar a una solución satisfactoria
para ambas partes. Allí se establece la bilateralidad del procedimiento que
están abandonando en busca de protagonismo plural. El problema es de fondo.
Pero Mercosur no es el escenario adecuado para estos fines. En definitiva esa
estructura, esencialmente democrática y con fines económicos y financieros de
integración, se aparta progresivamente de sus fines específicos. Ojala me
equivoque, pero se trata de una cumbre más, pero algo peor que las anteriores.
Muchos factores negativos importantes rodean a algunos de los protagonistas.
Entre otros el de la corrupción que pareciera ser el cáncer terminal que hace
metástasis en buena parte del continente.
Confieso que no estoy en ánimo optimista en relación a
nuestros problemas comunes. Eso no me deprime. Todo lo contrario, tensa el
ánimo y la disposición de lucha para superar la difícil situación que millones
de latinoamericanos estamos padeciendo. Un pesimista de hoy puede ser,
perfectamente, un optimista realista. Pero sin crear escenarios fantasiosos
para continuar en esta mezcla hipócrita de mentira y disimulo que tanto atrae a
algunos políticos de primera línea. Siento una tensión creciente en casi todas
partes y el asomo de confrontaciones pequeñas que se multiplican, sin
desenlaces satisfactorios a la vista.
En algunos de nuestros países reina la incertidumbre,
liquidando la paz. Aunque no exista guerra declarada, la falta de serenidad
hace imposible que la vida transcurra normalmente.
Siento mucho desprecio por estos tiempos, tristeza por mi
país y decepción por el rostro baboso de la mediocridad que enseñan demasiados
líderes del vecindario. Por eso invito a no desmayar en la lucha por la
libertad y la democracia. En estos tiempos eso que llaman imparcialidad sólo
sirve como disfraz tramposo a muchos oportunistas. Debemos establecer una
relación directa entre los objetivos a alcanzar y los actos a ejecutar.
oalvarezpaz@gmail.com Viernes, 17 de julio de 2015
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