La visita de Su Santidad Francisco a varios países de
Suramérica ocupó la mayor parte de los titulares y análisis de los
comentaristas internacionales. No era para menos. Tanto en Ecuador como en
Bolivia y Paraguay se viven tiempos difíciles a los cuales no es ajeno el
primer Pontífice latinoamericano, quien dicho sea de paso, es un prominente
jesuita. Todo dentro de lo previsto y apegado a un nuevo estilo generador de
esperanzas en cuanto a la necesidad de reformas importantes dentro de la
Iglesia Católica que dirige.
La sencillez del Papa, la claridad del lenguaje, el llamado a
la renovación sin ruptura y el apego a los principios fundamentales lo
convierten en uno de los más importantes, quizás el más importante, de los
líderes del planeta. Lo hemos seguido de cerca. Invitamos a la lectura de al
menos dos importantes discursos, ambos en Ecuador. Uno en Quito y el otro en
Guayaquil. Contienen una clara síntesis de cuanto queremos trasmitir. Nuestra
identificación es total con su mensaje.
Pero no podemos limitar estas reflexiones a la visita de
Francisco. Por estos días el presidente de Perú, Ollanta Humala, al referirse a
temas más terrenales e inmediatos llegó a afirmar que “si a Venezuela le va
mal, le irá mal a Suramérica”. Pues bien, el señor presidente tiene que saber
que Venezuela es un país en liquidación. Destruida su economía, con el aparato
productivo en el suelo incluida la infraestructura petrolera, petroquímica y
las industrias básicas que complementaban el desarrollo del país. No se le
puede escapar que el país tiene el índice inflacionario más alto del continente
y el tercero del mundo. La pobreza se multiplica y el desempleo se apodera de
la nación que busca en las actividades informales un respiro para vivir. Todo
esto y mucho más, palidece ante la multiplicación de las estructuras formales e
informales del crimen organizado, base del narcotráfico y del terrorismo. La
vida no vale nada en la Venezuela dirigida por la dupla Nicolás Maduro-Diosdado
Cabello, ahora en plan belicista frente a Guyana, Surinam y hasta Colombia, con
relación a viejos diferendos territoriales y vinculados a aguas marinas y
submarinas. Se embarcan en una anticuada retórica guerrerista amenazadora en
contra de estos vecinos, colocándolos como serviles al “imperio norteamericano” y a los intereses de
trasnacionales petroleras. El objetivo es despertar una emoción patriotera para
disimular los terribles males de la nación. Entre otros, la ineficacia y alta
corrupción del régimen. Sin embargo, en secreto gestionan apoyo de Estados
Unidos y de la Unión Europea. Todo se sabe.
Así es que, respetado presidente Humala, Venezuela ya está
mal, muy mal y camina hacia peor. Lo grave es que el proceso avanza ante la
mirada silenciosa y hasta cómplice de gobiernos y grupos políticos que dicen
una cosa en privado, pero miran para otro lado cuando corresponde actuar
públicamente.
oalvarezpaz@gmail.com
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