El fin de semana resultó trágico en tres continentes.
Acciones terroristas causaron la muerte de decenas de inocentes por razones que
van desde lo ideológico hasta lo religioso, pasando por lo estrictamente
político. El mundo entero está bajo amenaza. El terrorismo se expresa de
diversas maneras, una de ellas es su vinculación con las acciones del
narcotráfico internacional. Actúa también, descarada e impunemente, en unos
cuantos países de este vecindario americano. Los diagnósticos están hechos y no
debemos agotarnos en repeticiones inútiles, sin ir a la raíz misma del
problema. Ninguno está libre de ser víctima o asiento de estas estructuras
criminales.
Pero el debate y las acciones sobre este peligro inminente,
debe hacerse con absoluta transparencia. Jamás funcionarán sobre la base de la
hipocresía o el cálculo politiquero circunstancial. No se trata de enfrentar a
una ideología concreta o a un partido o movimiento que se declare terrorista. Nuestra
referencia es a un instrumento criminal utilizado por algunos Estados tenidos
por respetables o no y organizaciones delictivas de signo variado como las
referidas a las mafias o al mismo narcotráfico.
Tenemos que declarar la guerra al terrorismo sin agotarnos en
las palabras. Para nosotros es una obligación generacional y existencial
asumirla. Actúa no como consecuencia de nuestras políticas concretas, sino por
nuestra existencia como seres humanos libres. Está claro que cualquier signo de
debilidad impulsa a la violencia terrorista, invita a mayor violencia.
Necesitamos que nuestros gobiernos y los líderes fundamentales de las
organizaciones de la sociedad civil se decidan a proteger a nuestros pueblos
con acciones rápidas, bien pensadas y ejecutadas con firmeza y decisión. Lograr
acuerdos operativos entre las naciones ayudará a prevenir, enfrentar y derrotar
definitivamente el peligro común.
El peligro existe. Se suma a otros factores condicionantes
generadores de miedo y temores con relación al presente pero condicionante del
futuro inmediato. Es un hecho la creciente incertidumbre en nuestras
poblaciones. Internamente no hay guerras formalmente declaradas, pero no existe
la serenidad necesaria para que la vida de las personas, de las familias y de las
empresas transcurra normalmente. Cierto que unos países están mejor que otros,
sin embargo el peligro existe para todos.
A nuestros líderes, en los gobiernos o en las oposiciones, es
conveniente recordarles que no hay secretos eternos. Más temprano que tarde,
todo se sabe y las responsabilidades, por acciones u omisiones, también son
establecidas.
oalvarezpaz@gmail.com
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