Normalmente tratamos de medir las palabras para no incurrir
en excesos innecesarios. Sobre todo cuando hablamos sobre Venezuela. Hay amigos
que, sin embargo, a veces piensan que estamos exagerando cuando en realidad nos
quedamos cortos en las informaciones o análisis que hacemos de la realidad que
nos ha tocado vivir.
No importa. Esa realidad es la mejor mensajera. Cada quien la
verá a su manera, sacará conclusiones, actuará o seguirá como espectador pasivo
de la mayor amenaza que hoy existe en este continente tan extraño. Se trata de
una emergencia total. La ineficiencia y corrupción del régimen no se detiene.
Sus acciones caracterizan la actividad toda de la maquinaria gubernamental en
un país sin Ley ni orden, con una Constitución desnaturalizada que sirve para
todo menos para ser cumplida por quienes deberían dar el ejemplo. La anarquía
general es ya la norma de vida y el “sálvese quien pueda” el estado de ánimo de
la población.
Toda persona responsable, consciente de su responsabilidad
superior está en el plan de defender lo suyo frente a las amenazas que lo
acechan. Defender la vida y los bienes, a la familia, a su centro de trabajo, a
las actividades profesionales y técnicas, a su empresa grande, mediana o
pequeña. Todo está en riesgo. Frente a ello el régimen reacciona con violencia
desproporcionada. Apela a la represión, a la violencia física e institucional,
al insulto y a la amenaza. Miles de muertos, presos y exilados, amenazas a
discreción a personas naturales y jurídicas y multiplicación propagandística y
publicitaria de una supuesta guerra económica dirigida por el “imperio”
mediante sus aliados políticos y económicos en el mundo. Hoy los ubica en
Estados Unidos, Guyana y nuevamente en Colombia donde supuestamente Álvaro
Uribe Vélez encabeza las acciones desestabilizadoras para tumbar al régimen.
Esta insana mezcla de nacionalismo exacerbado con socialismo rabioso, nos
recuerda aquel nacional-socialismo NAZI que apeló a todos los instrumentos existentes
para garantizar su dominio y expansión. Hasta que todo acabó, como suele
suceder.
En Venezuela estamos llegando al final de estos dieciséis
años de retroceso en todas las áreas. La indignación y rabia de la gente es muy
superior al miedo que lograron sembrar. Es sabido que cuando la rabia supera al
temor no hay muro que contenga las acciones libertadoras.
Es el caso. La exagerada concentración de poder en la cúpula
gobernante les empañó la mirada. No ven claramente la realidad. Quienes sí lo
hacen, se apartan cautelosos o se radicalizan en contra pasando a ser objetivos
políticos y militares de la “revolución”: frente a esta emergencia agravada
diariamente, no caben excusas ni indiferencias cómplices.
@osalpaz
Viernes, 21 de agosto de 2015
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