En Venezuela están sucediendo muchas cosas. Parecen
increíbles, pero lamentablemente son ciertas. De bastantes hemos dado cuenta en
estas notas semanales. Me consta que algunos las consideran exageradas. Incluso
viejos amigos en conversaciones personales, normalmente telefónicas o por
internet, nos dicen que “no puede ser”, que es imposible que se llegue a tanto
en estos tiempos globalizados. Pero la verdad, la pura verdad, es que el país
está muy mal y camina aceleradamente hacia peor.
En la misma medida en que el fracaso del régimen en todas las
áreas de la actividad nacional, mayor es la desesperación de quienes lo
dirigen. Esto incluye, por supuesto al gobierno cubano. Se trata de los padrinos
orientadores por excelencia en un doble juego en la que Venezuela lleva la peor
parte. La desesperación es mala consejera y empuja al alto gobierno
cívico-militar, así les gusta autocalificarse, a apelar con mayor frecuencia y
rudeza a la represión indiscriminada. El uso de la violencia física e
institucional está a la orden del día con prescindencia de un ordenamiento
jurídico inexistente, sumamente incómodo para los gobernantes e inútil para los
gobernados abandonados a su propia suerte.
Lo último ocurrió el pasado jueves. Luego de varios intentos
fallidos, llegaron a Venezuela ocho senadores brasileros encabezados por el
excandidato Aecio Neves, conocido político dentro y fuera de su país.
Estuvieron retenidos dentro del avión por largo rato hasta que finalmente
autorizaron el desembarco. Debemos aclarar que la visita fue anunciada
previamente a la cancillería venezolana y en el aeropuerto se encontraba el
embajador de Brasil y un grupo de dirigentes democráticos. Les fue imposible la
entrada a Caracas. El transporte estuvo retenido, con diversos argumentos
secundarios, por efectivos de la Policía Nacional Bolivariana y cuando
finalmente pudieron emprender la marcha, resultaron agredidos por una turba de
maleantes al servicio del régimen quienes entre gritos, insultos, piedras y
golpes impidieron que la misión pudiera cumplirse. Tuvieron que volver al
aeropuerto y regresar a su país de origen. Los medios internacionales han dado
fe de los incidentes. En Venezuela se acabó la libertad de expresión. Internamente
se sabe poco, pero se percibe algo grave en el ambiente.
En general se trata de un grave problema vinculado a las
descaradas violaciones a los derechos humanos y a un errado concepto de
soberanía que ya no sirve para estos tiempos. La “no injerencia” invocada todos
los días frente a las inquietudes del mundo, esconde el miedo a que la verdad
sea descubierta y proclamada.
oalvarezpaz@gmail.com 22 junio 15
EXPRESO, Lima
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