La semana pasada dedicamos este espacio al tema de la
corrupción. Lo hicimos en términos genéricos. Hoy nos referiremos a una de las
formas más aberrantes del crimen organizado, al narcotráfico, al lavado de
dinero de origen ilícito y a la multiplicación de las estructuras criminales
que en el mundo manejan esta industria. Mueve más dinero en el mundo que la
industria petrolera considerada globalmente. Se trata de unas estructuras
extranacionales, con mayor o menor conexión entre ellas, pero unidas en el
mismo propósito delictivo.
Tengo la fundada impresión de que en muchos de
nuestros países no hay plena conciencia de la magnitud del problema, de su
profundidad, ni de la magnitud de la penetración de sus tentáculos en todas las
esferas y escalas políticas, sociales y económicas. Están en todas partes. En
los gobiernos y en las oposiciones. Entre ricos y pobres, civiles y militares,
jóvenes y viejos, hombres y mujeres. En fin, las complicidades son enormes.
Consciente o inconscientemente, por ignorancia, comodidad o complicidad, estas
estructuras gozan de una impunidad extraordinaria. De vez en cuando se producen
ajusticiamientos al margen de la
Ley y enfrentamientos entre organizaciones dedicadas al negocio
que sorprenden y cuesta entenderlos. La competencia puede llegar a ser feroz y
fatal para los disidentes. Del negocio sólo se sale preso y mudo o desaparecido
para siempre, es decir, muerto.
A la internacional de la droga hay que oponerle la
internacional de la anti-droga, pero no existe. Hay que construirla. Ningún
gobierno por sí solo, ni organización no gubernamental aislada, están en
capacidad de librar esta batalla victoriosamente. No importa la magnitud del
poder que algunos tengan. No basta. Se necesita una gran alianza entre los
gobiernos y sectores responsables de los países productores, distribuidores y
consumidores. Todos tienen un alto grado de responsabilidad. La comunidad
internacional tiene que ser severa e intransigente frente a gobiernos cómplices
o débiles frente al narcotráfico y sus derivaciones. Esto hay que llevarlo
hasta los extremos que la lucha exige. No me refiero a la pobre gente víctima
de la drogadicción. Frente a ella se necesitan políticas especiales de
prevención y tratamiento curativos para los cual estamos muy mal preparados.
Hablo de las causas más que de las consecuencias finales. No deben descuidarse,
pero la lucha de fondo tiene que ir a la raíz del problema.
En Venezuela atravesamos una situación muy especial.
Se trata de un drama existencial que coloca en la escena protagónica, con razón
o sin ella, a unos cuantos protagonistas de la vida diaria. Civiles y militares
de la más alta jerarquía e influencia en la vida nacional. Las denuncias
internas y externas de los organismos especializados del mundo entero están a
la orden del día. ¿Hasta cuando? No lo sabemos, pero el desenlace será más
temprano que tarde.
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