La incertidumbre reina en esta parte del continente. No hay
un panorama claro con relación al presente y futuro de América Latina. Si bien
es cierto que Venezuela es el más amenazado de todos los países del área, no es
menos cierto que hasta las eventuales potencias como Argentina, Brasil, Chile y
México, para sólo citar algunas realidades, presentan claros síntomas de
descomposición que determinan estancamiento y hasta retroceso en muchas de sus
actividades vitales.
Lo grave es que la responsabilidad de cuanto sucede es
exclusiva y excluyente de los liderazgos nacionales. En la mayoría de nuestros
países es alarmante la mediocridad existente en el mundo de la política, de la
economía, en el mundo social y en todas las actividades claves incluidas la
militar y la académica. Pareciera que el virus terrible de la ineficiencia,
alimentado con escandalosas dosis de corrupción, se extiende por todas partes.
Hasta escándalos impensables en el pasado se dan en el mundo del deporte y las
artes desde el Río Grande hasta la Patagonia. La globalización, incluidas las
redes sociales y la facilidad de comunicación, ha convertido muchos delitos en
internacionales, de responsabilidad compartida por mucha gente al mismo tiempo.
Ejemplo, los tentáculos del crimen organizado al servicio del narcotráfico y
del terrorismo.
Todas las experiencias socialistas a la cubana han quedado
condenadas al fracaso. También las que han estado basadas en retórica
“populista” o “progresista” con la cual pretenden disimular la carga ideológica
que las alimenta. Pueden engañar parcialmente por un tiempo, pero no a todo el
mundo todo el tiempo como ha sido dicho.
La realidad exige definiciones claras y coraje para revertir
hacia lo positivo las negativas tendencias del presente. Lo lamentables es que
algunos, más por oportunismo que por convicción, se pliegan a esa retórica
populista y demagógica tratando de evitar que se les califique de liberales a
pesar de los antecedentes y credenciales que los identifican.
Tenemos que volver a las raíces, Vayamos de nuevo al
encuentro con los principios y valores fundamentales que nos trajeron a la vida
pública. Es necesario simplificar. Muchos males podrían superarse si centramos
nuestras acciones en la defensa de la persona humana y sus derechos básicos.
Siempre defender al individuo frente al Estado, a los gobiernos y frente a la
misma comunidad. Es el primer gran paso hacia la perfectibilidad de la sociedad
civil. La persona con dignidad podrá desarrollar espíritu de superación para
vivir mejor sin someterse a nadir. En lo
único que debe confiar el pueblo es en su propia fuerza.
@osalpaz
Viernes, 18 de septiembre de 2015
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