Puede el mundo tener la seguridad que entre Venezuela y
Colombia no hay ni habrá una guerra, es decir, una confrontación armada a pesar
de la publicitada movilización militar en el lado venezolano de la frontera.
Pero si se ha generado un conflicto político y diplomático de proporciones
mayúsculas.
El liderazgo colombiano actúa con sensatez. Las posiciones
adoptadas con motivo de la masiva deportación de nacionales de ese país desde
Venezuela, han sido serias, sensatas y de alguna manera han aproximado a
figuras tan dispares como los expresidentes César Gaviria, Álvaro Uribe y el
actual titular Juan Manuel Santos. A ellas se suman las declaraciones de
dirigentes empresariales y laborales. También del clero. La indignación es
comprensible por las violaciones a los derechos humanos a la vista de todos,
pero se mantienen aferrados a la búsqueda de salidas diplomáticas a esta nueva
crisis binacional.
Por el lado venezolano sucede todo lo contrario. Las cabezas
del alto gobierno, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, al frente del poder
ejecutivo el primero y del legislativo el segundo, han sido torpes, groseras,
insultantes y alejadas completamente de la realidad. Han provocado internamente
una profunda división entre los poderes públicos del Estado y la Nación, es
decir la gente de carne y hueso enfrentada masivamente a los disparates
gubernamentales: La declaratorio del estado de excepción en la frontera
suspende garantías constitucionales importantísimas a menos de tres meses de la
elección parlamentaria por venir. Los grandes estados fronterizos, Táchira y
Zulia, son y serán bastiones de la oposición democrática. No podrán
silenciarlos o reducir la in fluencia que tienen en todos los aspectos de la
vida nacional. Nicolás Maduro se tambalea en medio de una pobre gestión
caracterizada por la ineficacia y la más alta dosis de corrupción de la
historia. Para él avanza una cuenta regresiva que sólo podrá detener la salida
del poder. En plena crisis inventó un innecesario viaje a Vietnam, China y
Qatar en donde deja constancia de las características que lo adornan.
El futuro de Venezuela y de buena parte de América Latina
depende del desenlace del conflicto existente entre el alto gobierno
cívico-militar, usando la expresión que tanto gusta al régimen, y el ciudadano
común que tanto sufre en esta hora tan menguada de la historia. Niegan hasta la
presencia de observadores electorales para el evento de diciembre. Solo
anuncian autorización para “acompañantes” exclusivos de la UNASUR que dirige
Ernesto Samper, de muy controversial recuerdo en Colombia. Ya veremos.
@osalpaz
Viernes, 4 de septiembre de 2015
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