La jornada electoral venezolana del pasado 6 de diciembre
tiene proyecciones históricas. No exagero. Después de diecisiete años de un
proceso comunistoide a la cubana, de sufrir un golpe de estado de ejecución
progresiva y de asumir la dictadura para aferrarse al poder y mantener bajo
control absoluto todas las ramas del estado, la nación estableció un nuevo
record de participación en elecciones parlamentarias. Más del 75% de los
electores votó con la sorpresa para el régimen de que cerca del 60% lo hizo por
los candidatos de la unidad democrática. Las cabezas de los poderes públicos
siguen aturdidas, sin entender la magnitud del mensaje, el voto castigo
recibido y el anhelo de un cambio radical ya inaplazable.
La victoria opositora se alcanzó pacíficamente. Sin
estridencia ni violencia. Gracias a un trabajo silencioso de los candidatos a
diputados en todos los municipios y circuitos del país. Fueron capaces de
montar una maquinaria nacional de control electoral que neutralizó totalmente,
tanto a la represión y violencia oficial como a los peligrosos disparates de la
dirección política de un gobierno que no supo leer el pensamiento del ciudadano
común.
En la nueva Asamblea Nacional habrá una mayoría calificada de
las dos terceras partes de la oposición democrática. Suficiente para
reestablecer aspectos fundamentales contenidos en la Constitución Nacional.
Entre otros las facultades de fiscalización y control sobre las demás ramas del
poder público y la función legislativa prácticamente delegada en el presidente
de la república por sucesivas leyes habilitantes, a mi juicio abiertamente
inconstitucionales.
Aún estamos saboreando las mieles del gran triunfo obtenido.
Pero, esa no es la meta. Se trata de un paso largo, muy importante, pero no
suficiente para responder a las enormes expectativas de la población. Buena
parte del reto será lograr un cambio radical en la orientación de la economía y
las finanzas, con relación a la seguridad de las personas y de los bienes, a la
garantía de la libertad de trabajo y de empresa y a la tutela de los derechos
fundamentales violados a centenares de compatriotas presos, exilados o
perseguidos injustamente. El drama es lograr las metas con un gobierno que
hasta ahora no asoma propósito de enmienda ni voluntad de rectificación.
Ya veremos, pero lo cierto es que Venezuela está hoy mucho
mejor que hace una semana.
@osalpaz
Viernes, 11 de diciembre de 2015
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