DESDE EL PUENTE
Oswaldo Álvarez Paz
HUMBERTO CALDERÓN BERTI
Trujillano nacido en esa maravillosa tierra cafetalero de
Boconó. Buen amigo y compañero. Nos conocemos desde los remotos tiempos de la
Juventud Revolucionaria Copeyana a la caída de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. Él en Caracas donde terminó de estudiar la secundaria e ingresar a la
Universidad y yo, todavía y por varios años más, en Maracaibo hasta graduarme
de abogado en la Universidad del Zulia. No se trataba de una relación íntima,
pero si lo suficientemente agitada lo que permitía apreciar de la mejor manera
las cualidades de los compañeros dirigentes.
Humberto estudió y trabajó mucho hasta convertirse en uno de
los pocos compatriotas que teniendo militancia y actividad partidista
importante, nunca fue cuestionado por ella y llegó a destacarse en la industria
petrolera hasta ocupar las más importantes posiciones de esa área. De todo ello
y mucho más se ha hablado intensamente por estos días. El motivo ha sido la
insólita destitución del cargo de Embajador en Colombia mediante una carta de
notificación tan inolora, incolora e insípida que ha dado lugar a todo tipo de
especulaciones. El hecho trasciende lo meramente formal. Sin embargo, alguien
dijo alguna vez que en cuestiones diplomáticas y de política exterior, las
formas sirven para esconder o disimular el fondo de algunas actuaciones.
Humberto ha sido siempre un gran viajero. De un tiempo a esta
parte ha estado residenciado en España donde recibió la nacionalidad. El
nombramiento de embajador lo trasladó a Bogotá, capital de un país muy conocido
como consecuencia de sus actividades petroleras públicas y privadas. Así,
aceptar el nombramiento a estas alturas de su vida era un verdadero sacrificio.
Lo asumió como una obligación derivada de su formación y de la vocación de
servicio que siempre ha tenido.
He leído todo lo publicado en este caso. También escuché con
atención reflexiva las declaraciones dadas como respuesta a la chismografía
desatada por estos días. En consecuencia, ratifico la respetuosa solidaridad
con el amigo y compañero objeto de estas reflexiones.
El régimen se despidió de todo sentimiento de decencia y
algunos dirigentes “opositores” parecen estar entrampados entre las maniobras
informáticas de sus especialistas y sus ambiciones personales o de grupo. Sólo
la firmeza alrededor de nuestras convicciones básicas puede generar la fuerza
suficiente para el cambio necesario. En esta hora tan delicada debemos
intensificar la relación entre el objetivo y los actos que realizamos para
alcanzarlos.
En algún momento del pasado reciente dije que nuestra actitud
no es la de ser consecuentes con lo que hemos hecho o dicho antes, sino con la
verdad tal como la vemos en cada momento. Debemos confiar y mantener la fe. Hay
mucha violencia en el aire, en el ánimo de la gente. No olvidemos nunca que el
secretismo entorpece el espíritu auténtico de la democracia.
Lunes, 2 de diciembre de 2019
@osalpaz
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