DESDE EL PUENTE
Oswaldo Álvarez Paz
TRISTEZA Y DESPRECIO
Siento mucha tristeza por este país que tantas oportunidades
le dio a mi generación para desarrollarse plenamente. No ha sido la única.
En nuestra historia encontramos ejemplos
similares, aunque casi siempre prematuramente frustradas. Simultáneamente me
asalta una sensación creciente de desprecio por estos tiempos, por el régimen
que conduce a la nación y por el baboso rostro de la mediocridad de sus jefes y
de unos cuantos personajes ubicados, supuestamente, en el bando democrático.
Es una redundancia inútil continuar describiendo la situación
actual. Los lectores la conocen. La sufren mucho más que cualquiera de los
escribidores. Los males de Venezuela están sobre diagnosticados y la gente, el
ciudadano común, solamente espera las líneas concretas de acción para ponerle
punto final a lo existente e iniciar el duro camino de la reconstrucción
nacional.
Sin embargo, mientras se mantenga la confusión entre
elecciones y democracia todo será más difícil. Los procesos electorales son
instrumento importante de la democracia, pero no el único. Ni siquiera el más
importante. Pierden sentido cuando se vive en una dictadura tiránica orientada
bajo las normas de un socialismo comunistoide a la cubana que la mayoría
rechaza. Pero los regímenes tiránicos han sido y serán siempre así. Esto no se
podrá cambiar con simples palabras. Hay que pasar a la acción que trascienda
los simples discursos dentro o fuera del parlamento.
Para liquidar este
régimen no son necesarios muchos hombres. Tampoco excesos de valor ni
desplantes innecesarios. La acción tiene que estar encabezada por un puñado de
personas justas, de esas que por el sólo hecho de estar le pueden dar
trascendencia y seriedad a la acción. Hasta ahora tenemos varios temas
pendientes con relación al ejercicio de la política práctica, al funcionamiento
de los partidos nuevos y viejos y a los fines mismos de la democracia. Asuntos
como la relación entre estado, mercado e iniciativa individual y privada en la
economía, el valor de una Constitución y el Derecho como instrumento para
regular las relaciones de las personas entre sí y el desenvolvimiento de ellas
en la sociedad, están pendientes de análisis y decisiones de compromiso
universal.
La unidad es indispensable, pero sobre la base de principios
y valores compartidos. Como diría mi buen amigo Luis Betancourt, no puede
confundirse con complicidad. Pretender que en nombre de la unidad opositora se
toleren conductas reprochables y errores graves de conducción, sería hacernos
cómplices de “un viaje hacia ninguna parte”.
Es la hora de renunciar a los frutos personales. Pensar
demasiado en el YO debilita el coraje en el cumplimiento del deber. La renuncia
a ese YO es más difícil que renunciar a las riquezas o al placer, pero es
condición primaria para todos. Abajo todas las caretas en este carnaval.
Lunes, 27 de febrero de 2017
@osalpaz
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