DESDE EL PUENTE
Oswaldo Álvarez Paz
EXPECTATIVAS ANGUSTIOSAS
¿Qué va a pasar? ¿Cuándo saldremos de esto? ¿Qué pasa sucede
en el mundo opositor? Y, en fin, cualquier cantidad de interrogantes se
escuchan en todas partes. Siempre con un toque de angustia en quienes las
plantean. Se trata de la normal incertidumbre frente a los posibles desenlaces
de una crisis que ha terminado por afectar a todo el mundo. La vida perdió el
mínimo de serenidad indispensable para poder llevarla con una relativa
normalidad.
Lo cierto es que se acabó el Derecho como instrumento de
regulación de las relaciones de los ciudadanos entre si y de ellos con el
estado-gobierno. Ni la Constitución, ni el ordenamiento legal existente son
garantía para que la gente pueda desenvolverse en un clima de libertad. Para el
régimen se trata de una camisa de fuerza incompatible con un proceso
verdaderamente “revolucionario”. En consecuencia, la nación está a la
intemperie, sometida al capricho, la ignorancia, las desviaciones
ideologizadas, la ineficacia, la corrupción en todas las modalidades de un
régimen que progresivamente ha liquidado la democracia. Hoy vivimos, no en un
socialismo del siglo XXI, sino en una dictadura tiránica con características
propias del siglo XXI, aunque con fallas tremendas, similares a todas las
dictaduras conocidas en distintas partes del mundo.
El problema está en que no basta con decir las cosas. Estamos
hartos de diagnósticos que sólo sirven para justificar la inacción que
permitiría revertir hacia lo positivo las negativas tendencias del presente. El
régimen no va a cambiar el rumbo que en lo económico, en lo social y en lo político
imponen. Entonces hay que cambiarlo en el menor tiempo posible, tratando de
evitar consecuencias que agraven la situación actual.
El problema es que los deseos no bastan. Se necesita la
acción decidida, directa, unificada de un puñado de compatriotas dispuestos a
darlo todo para devolverla libertad a la nación. Pero hay que unificar el
objetivo. De lo contrario resulta imposible que las ambiciones personales y de
grupo caminen hacia ese objetivo, aún con sus propias estrategias. Éste es el
problema mayor que tenemos en este momento.
Tanto los candidatomaníacos que parecieran multiplicarse en
escala nacional, regional y hasta municipal como las cabezas visibles de
partidos y organizaciones legítimas del empresariado y el mundo laboral,
parecieran no tener clara la labor a cumplir si queremos alcanzar el pregonado
cambio. Pienso que ninguno cree que Venezuela merece seguir el ritmo de los
acontecimientos para que esto pueda terminar, en el mejor de los casos, alrededor del año 2019, luego de completada la
etapa de maniobras para demorar, alterar y destruir las instituciones
organizadas de la sociedad. Sabotearon el anhelado revocatorio, las elecciones
de gobernadores y se prolonga la incertidumbre con relación a las municipales.
La Asamblea Nacional, sede de la soberanía popular, reducida a pura retórica
sin hacer realidad sus propias decisiones. ¡Está bueno ya!
Lunes, 27 de marzo de 2017
@osalpaz
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