DESDE EL PUENTE
Oswaldo Álvarez Paz
HONRADEZ INTEGRAL
Todas las actividades de la vida necesitan de honradez total
para que sus consecuencias sean realmente positivas. Normalmente confundimos
honradez con honestidad y esta última denominación queda reservada para los que
no roban ni estafan, para quienes en el ejercicio de funciones públicas o
privadas, políticas, profesionales o de cualquier naturaleza, mantienen una
línea impecable de conducta. Para algunos son ejemplo a seguir, pero para otros
son unos idiotas que desaprovechan oportunidades para superarse o acumular
riqueza material y poder en el sentido más amplio de la expresión.
Planteadas las cosas en estos términos, bastante abreviados
por cierto, la dirección política del país necesita una dosis extrema de
honradez tanto por parte del oficialismo
como de quienes se han convertido en voceros del enorme sentimiento democrático
de la nación. Los primeros están claramente identificados por sus estrafalarios
comentarios, juicios descabellados, mentiras, disimulos y diarios escándalos
derivados de su probada ineficacia y de la alta dosis de corrupción que marca
sus ejecutorias. El mundo entero reacciona frente a ellos motivado por la
creciente convicción de la presencia protagónica que en Venezuela tienen las
estructuras operativas del narcotráfico y del terrorismo. Las alarmas suenan
tanto en el continente americano como en el resto del planeta. Las
consecuencias son progresivas y crecientes. Se ven y se sienten.
Con relación a los segundos, me refiero a los voceros de la
democracia, la exigencia es urgente. No sólo con relación al dinero, a los
fondos para financiar sus movimientos y actividades, cuyo origen y destino
tiene que ser transparente, sino también a la sinceridad de sus declaraciones y
a la claridad que reclama la confianza nacional que necesitan. Me sumo a quienes
piden poner punto final al “secretismo”, a esa concepción politiquera según la
cual las conveniencias tácticas, incluso estratégicas, pueden servir para
sobrevivir, para cuidar espacios o conquistar nuevos, para mantener una
relativa “estabilidad” que pudiera ser buena dentro del electoralismo que
empaña la visión de algunos de los más importantes voceros. Por supuesto que
esas conductas pueden servir para beneficio de personas o grupos, pero nos
alejan del objetivo final de cambio profundo por el que tanto sacrificio se ha
acumulado.
No me refiero exclusivamente a la próxima elección de
gobernadores a realizarse el 15 de octubre. Para ese día las cartas están sobre
la mesa. Las consecuencias se verán de inmediato y cada quien deberá asumir la
responsabilidad que le corresponde. Pero con relación a los participantes y a
los candidatos a gobernadores, con contadas excepciones, veo las campañas en un
estilo tradicional y populista preocupante. Pocos mensajes de fondo sobre el
cambio, sobre la descentralización, sobre la construcción de una verdadera
Federación integrada por Estados y Municipios autónomos. Pocas o ninguna
mención a Cuba, al problema de la droga o al terrorismo. No siento convicción
en la lucha para poner punto final al centralismo presidencialista. Demasiado
de más de lo mismo, aunque quizás un poco mejor.
Lunes, 25 de septiembre de 2017
@osalpaz
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