MÁS SOBRE LO MISMO
Oswaldo Álvarez Paz
EXPRESO, Lima
La situación de América Latina invade nuestra mente y hasta
el cuerpo, por la seguidilla de sucesos negativos que se viven en casi todos
los países. Muchos giran sobre patéticos hechos de corrupción administrativa y
política que convierte a los gobernantes en corrompidos, por acción u omisión,
pero también y con mayor gravedad en corruptores de la sociedad a la que
deberían dar ejemplo permanente de rectitud.
Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil, Panamá, Honduras, México
y paremos de contar para no extendernos demasiado son ejemplo de cuanto digo.
La corrupción no consiste sólo en no robar dinero contante y sonante, aunque
por supuesto que también. Incluyo en ella el tráfico de influencias, el cohecho
y hasta el incumplimiento de los deberes y obligaciones que están legalmente
establecidos para cada jerarquía de funcionarios públicos. Al revisar con un
poco de detenimiento, se estremecen todas nuestras estructuras interiores.
También en Europa y otras realidades mundiales se dan casos con mayor o menor
semejanza, pero en circunstancias diferentes que minimizan los escándalos.
En alguna oportunidad leí una declaración del presidente
peruano Ollanta Humala en la cual decía, palabras mal o palabras menos, que “si
a Venezuela le va mal, le irá mal a Suramérica”. Una profecía que se está
cumpliendo a plenitud, aun cuando la afirmación fue hecha cuando ya Venezuela
caminaba aceleradamente hacia el barranco sin fondo en el cuan se encuentra. El
país estaba mal. Ahora está mucho peor. En un callejón sin salida pacífica
aparente, pero con la disposición de la inmensa mayoría de la nación de ponerle
punto final al desastre y, finalmente, con la solidaridad y comprensión de personalidades y organismos
públicos y privados del mundo entero. Se manifiestan a diario, todavía con algo
de timidez o cálculo equivocado ya que los petrodólares se acabaron hace rato.
Tengo la esperanza de que Estados Unidos y sus aliados, así
como también nuestros hermanos latinos y del caribe califiquen por su verdadero
nombre la cruel tiranía que existe en Venezuela. No hay democracia. Lo que
parecía una dictadura del siglo XXI con características especiales se ha ido
convirtiendo en un régimen de fuerza militar con algunos payasos civiles en posiciones
importantes en el alto gobierno. La resistencia se siente a lo largo y ancho
del país, pero también y quizás, hasta con mayor profundidad aunque silenciosa
en las propias fuerzas armadas de la nación. La mayoría está harta de la
corrupción y de la impunidad. Estamos próximos a un desenlace definitivo. El
grado de violencia es de la responsabilidad exclusiva y excluyente de una cosa
que llaman el “alto gobierno cívico-militar.
@osalpaz
Sábado, 12 de marzo de 2016
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