La corrupción generalizada está acabando con los débiles pilares de los gobiernos del continente. No
se trata sólo del problema del dinero, de cogerse o dejar coger dinero
ilícitamente a un funcionario o a uno de sus preferidos. Por supuesto que es
grave e injustificable, pero tanto o más es el simple tráfico de influencias,
las comisiones a granel hasta para conseguir audiencias, la irresponsabilidad
en el trabajo diario, en el incumplimiento formal de los horarios de trabajo,
en la habilidad para conseguir excusas y pretender legitimar cualquier hábil
tramposería de ocasión. Son muchas las facetas de esta enfermedad que hace metástasis
en el cuerpo humano de nuestras naciones. El sector privado no escapa a la
enfermedad. Recordemos siempre que donde hay funcionarios corruptos hay
corruptores que contribuyen a la expansión del mal. Esto está cada día más a la
vista y quizás, por eso mismo, la gente se va adecuando progresivamente a las
exigencias que le imponen para satisfacer sus necesidades. Hasta conseguir
audiencias es hoy un negocio lucrativo. Impresionante el crecimiento de las
gestorías de todo tipo para cualquier cosa.
Pero, más allá de estas consideraciones generales, los males
y desviaciones derivadas del narcotráfico de unos veinte años a esta parte, han
terminado por desnaturalizar la vida pública, las instituciones fundamentales
hasta del sector privado y se convierten en el más serio de los problemas que
nuestros países tienen que afrontar sin demora.
Los tentáculos del narcotráfico han liquidado el hampa común.
Hoy se trata de crimen organizado. Están presentes en la economía, en las
finanzas, en el mundo social. En la política con fichas activas en los partidos,
en las ong´s y en los medios de comunicación. Tanto o más grave que todo esto,
está el relativo protagonismo que mantienen desde posiciones claves de las
propias fuerzas armadas. En el macro y micro tráfico de drogas está la mayor
explicación de la irrupción del sicariato en nuestras sociedades y las
inexplicables alianzas con organizaciones terroristas nacionales e
internacionales. A diario los medios nos hablan de crímenes horrendos,
decapitaciones, desmembramiento de cadáveres, asesinatos con saña de todo lo
cual no teníamos noticias como ahora.
A pesar de que en cada uno de los países del área se tienen
fundadas sospechas de las responsabilidades hay una especie de silencio
cómplice para no ir al fondo, a las raíces del mal. Con debilidad se enfrentan
las consecuencias, pero se esconden las causas por temor, comodidad o
complicidad. El hecho es que el problema se agrava y la indiferencia crece.
@osalpaz
Viernes, 16 de octubre de 2015
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