Todo se sabe, más tarde o más temprano. Progresivamente
conocemos las denuncias y declaraciones de personeros civiles y militares del
régimen agonizante. Se multiplican los residuos de un esquema de gobierno
basado en el disimulo y la mentira. Casi todo es una farsa que llega a su
final. No me refiero exclusivamente a las elecciones parlamentarias del 6D,
aunque también. En esta oportunidad la sociedad venezolana ha sido estremecida
con las declaraciones del Fiscal Franklin Nieves, quien parece haber llevado la
carga mayor en contra de Leopoldo López quien fue condenado a casi catorce años
de prisión. Entre otras cosas, dijo textualmente: “Decidí salir con mi familia
de Venezuela en virtud de la presión que estaba ejerciendo el ejecutivo
nacional y mis superiores jerárquicos para que continuara defendiendo las
pruebas falsas con que se había condenado al ciudadano Leopoldo López”. Esto no
excluye la responsabilidad que tuvo en el proceso, pero leídas integralmente
sus declaraciones, se impone la anulación total de ese juicio y la inmediata
liberación de Leopoldo.
Tengo la certeza de que todos los presos políticos han
padecido el mismo calvario. Fiscales al servicio del Ministerio Público y
jueces tarifados bajo la presión del dinero o de las ordenes “superiores”, han
logrado destruir la confianza en la justicia agregando mayores elementos a la
convicción de estar en un país institucionalmente destruido por un régimen que
actúa al margen y en contra de la Constitución. Parece mentira, pero nada
funciona bien. Todo camina hacia peor creciendo, no ya sólo el mundo opositor
sino la decepción y tristeza en la mayoría de ciudadanos comunes que tuvieron
esperanza de vivir mejor bajo el régimen inaugurado por Chávez hace casi
diecisiete años ya. Frustración, rabia y anhelo de cambio se unen frente a los
responsables de la tragedia.
Se acerca la inevitable rendición de cuentas. El próximo
paso, sin ser definitivo, será trascendente. Venezuela necesita una Asamblea
Nacional verdaderamente democrática que protagonice las tareas que el cambio
exige. No hay manera legal ni legítima que permita al gobierno retener el
control de este importante organismo. Ya no confían ni en ellos mismos. Las
contradicciones e intrigas en el oficialismo crecen geométricamente. Se percibe
una especie de “sálvese quien pueda” en la mayoría de las actividades de la
nación. Esto incluye, por supuesto, al convulsionado mundo militar. La erosión
avanza.
@osalpaz
Lunes, 26 de octubre de 2015
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