En Venezuela están dadas todas las condiciones para llegar al
final de una confrontación terrible de casi dos décadas. Las elecciones
parlamentarias del próximo 6 de diciembre no servirán para cambiar al Poder
Ejecutivo, pero sí serán una extraordinaria manifestación de la voluntad de
cambio de un pueblo harto, fatigado y golpeado como nunca antes en la historia
del país. Nada funciona bien. Todo camina para peor. Pero los escándalos
derivados de la ineficiencia, de la ideologización comunistoide y de la
corrupción, la cual por cierto, toca a las puertas de la pareja que se
desempeña a la cabeza del gobierno, termina por cerrar el círculo aislando al
régimen del resto de la nación.
En el alto-gobierno cívico-militar, como gustan auto
denominarse los forajidos, no hay señales de arrepentimiento, propósito de
enmienda ni voluntad de rectificación. Al contrario, amenazas a diestra y
siniestra y profundización de la “revolución” los condenan progresivamente al desprecio
público.
Pero como suele suceder, al tomar conciencia de que sus días
están contados en el poder, de que la cuenta regresiva es irreversible, se
preparan para cuidarse las espaldas y, mientras tanto, impedir a como dé lugar,
el inevitable cambio que se avecina. Electoralmente saben que sólo con un
inmenso fraude podrán tratar de impedir la derrota. Ese fraude ha sido de
ejecución progresiva. No se manifestará exclusivamente en las mesas de
votación, sino en la maraña de obstáculos impuestos a los sectores
democráticos, en la represión abierta y encubierta y múltiples actuaciones
sobre diagnosticadas que ya no engañan a nadie.
Una de las maniobras más arteras es la de impedir la
presencia para las elecciones de observadores internacionales calificados, en
misión de organismos como la OEA, la Unión Europea, la ONU y otros organismos
especializados que han sido rechazados como tales. El Consejo Nacional
Electoral invitó a UNASUR como
“acompañante”, la cual ha designado una comisión especial presidida por Leonel
Fernández, expresidente de República Dominicana la cual no es miembro de
Unasur, y coordinada por José Luis Exeni, estrecho colaborador del socio Evo
Morales. Se trata de un juego demasiado perverso pero revelador de lo que puede
suceder.
Lo cierto es que el cambio resulta indetenible. Para evitar
una verdadera tragedia, Nicolás Maduro debería renunciar para facilitar la
transición.
@osalpaz
Sábado, 21 de noviembre de 2015
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