Son muchos y muy variados los temas de reflexión sobre el
continente americano. Desde Canadá hasta Argentina la temática cambia con excepcionales coincidencias que se repiten en
algunos de nuestros países. Pero el hecho cierto es que los malos gobiernos, la
ineficacia, las crecientes corruptelas convertidas en progresivos escándalos
sin desenlaces adecuados a la justicia, el narcotráfico, las actividades
subversivas abiertas o encubiertas incluyendo manifestaciones terroristas, todo
ello y mucho más coloca a Latinoamérica en una deplorable situación ante la
historia. No es igual en todas partes. Algunas naciones no han caído en el
penoso desastre que se vive en Venezuela, ni sufren el acelerado deterioro de
Argentina, Brasil o México, pero en general y con excepciones, vamos mal, muy
mal.
Buscando respuestas adecuadas miramos hacia Estados Unidos. A
pesar de los múltiples problemas que enfrenta internamente y los derivados de
su condición de su liderazgo indiscutido en el mundo entero, sale airoso de
casi todas las pruebas. Es fiel a sus valores fundamentales. Hubo americanos
que no sólo tuvieron principios muy sólidos, sino que los convirtieron en leyes
y construyeron las instituciones necesarias para hacerlas efectivas.
¿Cuáles fueron esos principios? Una corta lista incluye la
búsqueda de la felicidad, el fortalecimiento individual de la persona humana,
el progreso y la libertad. Para pasar de los deseos a los hechos dieron impulso
tremendo a la ciencia y a la tecnología en las áreas necesarias, garantizando
el acceso a la cultura para que todos puedan vivir de acuerdo a sus propias
convicciones, modo de vida y relaciones personales. Esto lo obtengo de unas
notas tomadas de “The Party of Modernity”, viejo ensayo referido a Estados
Unidos, pero de validez universal.
Estamos en una hora que exige definiciones claras. Debemos
desconfiar de quienes se las dan de “imparciales” frente a los retos del
presente. Esa imparcialidad es, con demasiada frecuencia, el disfraz tramposo
de los oportunistas. Lo lamentables es que algunos se pliegan a la retórica
populista, por simple demagogia para no aparecer como liberales, aunque en sus
actuaciones diarias superan con creces esta condición.
Década y media del siglo XXI indica que estamos atrasados con
relación al mundo. Obligatorio definir objetivos, trazar estrategias claras
para alcanzarlos y enterrar el miedo a los cambios indispensables que nos retan
a diario. Es posible, siempre y cuando no falle la voluntad.
@osalpaz
Sábado, 31 de octubre de 2015
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