El mundo se hace cada
día más difícil de entender. Los recientes atentados en París, antecedidos por
otros de tanta o igual gravedad en diversas zonas del planeta, plantean una
seria de interrogantes. No tienen que ver con la justificación política,
ideológica o religiosa de los terroristas o de quienes están en la obligación
de combatirlos a fondo, sino en las características e intereses de cada una de
las partes. En fin, no sabemos si se trata de una verdadera guerra, la tercera
guerra mundial de acuerdo a S.S. Francisco, o más bien, a una confrontación
diferente a todo cuanto habíamos conocido hasta ahora.
En el centro del problema está la dictadura de Bachar El –
Assad, apoyada por Rusia e Irán, pero combatida irreversiblemente por Estados
Unidos, Turquía y Arabia Saudita, ahora con el apoyo de una Francia apoyante de
la oposición siria que se enfrenta tanto a la dictadura como al Estado
Islámico. Después de los atentados de París, Francia ha iniciado una ofensiva
planetaria para organizar una gran coalición, capaz de incorporar a Moscú sin
sacrificar la posición de Turquía, en conflicto desde el derribo del avión
ruso.
No es ni será fácil definir objetivos claros que puedan ser
compartidos por todas las partes. Sin esa definición será muy difícil diseñar
estrategias y tácticas compartidas. El problema está en cómo luchar contra
Assad, quien alienta una alianza con Moscú y, simultáneamente eliminar al
Estado Islámico. En la discusión de estos temas hay evidentes contradicciones.
Quien pareciera estar actuando con mayor claridad y pragmatismo es el presidente Putin. Las demás potencias se
mueven con cautela, de acuerdo con lo señalado.
Tanto la declaración de Naciones Unidas como los de la OTAN, dejan un extraño sabor de
ambigüedad calculada. Sin embargo, todo indica que lo que tiene que hacerse se
hará. Me refiero a la eliminación definitiva del EI, aunque con ello no se
resolverá definitivamente el problema. Pero se dará un golpe muy fuerte a las
expectativas de los grupos terroristas islámicos, que se manejan en forma
descentralizada, con suficiente autonomía operativa, y tienen focos activos en
todas partes del mundo.
Mientras tanto en Latinoamérica debemos mantener los ojos
bien abiertos. No dudo sobre la existencia en nuestros territorios de focos
como los señalados. Incluso con la tolerancia
o complicidad pasiva de algunos gobiernos y la dirección de tentáculos
del narcotráfico con su enorme capacidad financiera y política.
@osalpaz
Viernes, 27 de noviembre
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