LOS GRANDES DEUDORES
Oswaldo Álvarez Paz
EL NACIONAL
Los días Santos han sido buenos para la reflexión serena y
profunda sobre cada uno en particular y la sociedad en general. Es un lugar
común decir que estamos mal, muy mal, sin salidas inmediatas aparentes, pero
nunca es tarde para repetir también que podemos estar peor. Los países nunca
tocan fondo. Esto sucede sólo cuando las cosas que se hacen mal empiezan a
hacerse bien. El efecto del rebote crea la ilusión cierta de que se levanta
vuelo hacia mejor. Algo de esto está en el ambiente, aunque todavía persisten
dudas y una dosis muy alta de escepticismo mantiene atormentada a la nación.
Por eso quiero referirme exclusivamente a mis compañeros
generacionales. A los que nos iniciamos en la política o en cualquier otra
actividad profesional o productiva, a raíz de la caída de la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez. Me refiero a la Generación de 1958. Generación de la
libertad, del cambio y la victoria. Con todas las diferencias políticas e
ideológicas existentes y las duras confrontaciones vividas hasta dentro de cada
uno de nuestros partidos y gremios, el país nos dio todas las posibilidades
para crecer y desarrollarnos.
Nuestras familias tuvieron mucho que ver. Nuestros padres se
esforzaron para que no nos faltara lo indispensable. Pudimos tener una
formación integral, gracias a que Venezuela les ofrecía a ellos la posibilidad
de educarnos, de prepararnos para afrontar exitosamente todas las coyunturas
que la vida nos fuese presentando. Ellos se privaron de casi todo, dedicados al
esfuerzo productivo para garantizarnos a nosotros un futuro mejor. Así fue
hecho, dentro de las particulares características de cada situación.
Los que pudimos estudiar lo hicimos. De la Universidad
salíamos con algo más que un título. Sabíamos que tendríamos trabajo asegurado,
matrimonio a la vista, acceso a vivienda digna, vehículo y la garantía de poder
darle a los hijos mucho más que lo recibido de nuestros padres.
Así fue, pero el país cambió radicalmente. Nuestros hijos y nietos
no han tenido, ni tendrán las mismas oportunidades que nosotros. Ellos son
ahora los grandes acreedores de la historia, mientras que nosotros estamos
convertidos en los mayores deudores de la historia contemporánea. Deudas muy
grandes tenemos con nuestros descendientes y también con una democracia
destruida ante nuestros ojos, en las narices de esta generación nuestra que no
ha querido o no ha podido estar a la altura de la obligación existencial que
nos corresponde.
El problema es de fondo. No podemos resignarnos a ser
críticos pasivos de la nueva dirigencia política, profesional o empresarial.
Tenemos que pagar las deudas pendientes con ellos y con una nación que espera
mucho más de esa Generación del 58, así el calendario nos indique que nos queda
poco tiempo para cumplir, olvidando protagonismos personales y todo cuanto
pueda desviarnos del objetivo liberador.
@osalpaz
Domingo, 27 de marzo de 2016
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